De simetrías y círculos literarios

Nota: Este cuento es parte de la novela Más o menos así es el hombre.

Por aquellos tiempos aún solíamos reunirnos cada fin de semana para charlar de literatura en casa de Luciano. Nosotros lo llamábamos círculo literario, pero las reuniones no pasaban de un poco de literatura y un poco de egocentrismo. Fuimos tantas veces a la calle Fresas en la del Valle. Luciano y yo nos conocimos una noche en casa de un profesor de la UNAM. Martin y yo nos conocimos una mañana de kínder. Los demás fueron apareciendo de pronto. Un día, en Navidad, invité a Martin a casa de Luciano. En Navidad no solemos hacer nada. Estamos yo y Martin bebiendo por la calle o visitando casas de novias y amigas. Los años nuevos los pasamos en el Sanborns. Bebemos unas copas y charlamos con las meseras. Es el único día del año que nos permitimos esos lujos. Ya teníamos muchas reuniones y los demás fueron apareciendo de pronto. Había un filósofo que escribía unos cuentos para llorar. Un literato y una literata a lo Virgina Woolf. Un biólogo que sólo veía y un fotógrafo que planeaba llevarnos al estrellato a través de imágenes iconográficas. También iba Enrique, antes del balazo.  

En esa ocasión el poeta Enrique no apareció en la reunión. Desde Cuernavaca sabíamos que lo habíamos perdido y fue así como salió Salmoneo. Un día lo trajo Martin a nuestra vida y se quedó ahí. Luciano solía burlarse de él porque jamás había visto un poema suyo. Cuando llegó por primera vez se presentó como Salmoneo “el poeta”. Diez, quince, veinte reuniones después y los poemas seguían sin aparecer. Era la burla pero nos caía bien y además escribía buena prosa. Los del grupo aceptamos a Salmoneo casi agradecidamente. Desde la desaparición de Enrique faltaba un poeta en el grupo y Salmoneo llegó a salvar ese vacío. A mí, en lo personal, me reconfortaba su presencia. Él hacía que me olvidara de Enrique y de Cuernavaca. Martin ya tenía mucho tiempo de haberlo olvidado. Verónica, por el contrario, no solía asistir a esas reuniones pero conoció a Salmoneo en otro tiempo y en otro lugar. Ella sí que no volvió a preguntar por Enrique.  

Yo asistí a la reunión acompañado por Diana. Diana era locutora de televisión y una puta desalmada. La conocí en la escuela, mientras estudiaba la licenciatura. La vi en una clase de producción de televisión y me gustó la forma en cómo movía los pies. Era cosa de verse, tan sensual. Se sentaba en el escritorio del profesor y colgaba sus piernas mientras movía rítmicamente los pies de arriba abajo como meciendo olas. Me acerqué al poco tiempo y nos hicimos amigos. En aquella reunión en casa de Luciano éramos amantes pero jamás nos habíamos acostado. No de la forma tradicional, quiero decir. Habíamos tenido encuentros sexuales cien veces, pero nunca acostados. Parados sí, y sentados, pero acostados ni hablar. Diana tenía la creencia de que hacer el amor acostado era para gente que se amaba, y ella y yo sólo éramos amantes.  

Llegamos a casa de Luciano a las diez de la noche. Yo estaba enojado porque al día siguiente partía para Veracruz muy temprano. Tenía pensado escribir una novela en aquel puerto. Me iba sólo, de ermitaño, con una computadora, una libreta y una cajetilla de cigarros. Diana nunca había ido a un encuentro literario pero todos los fines de semana me rogaba para que la llevara. Prometo portarme bien, decía siempre. Hartó de sus ruegos lo acepté, en parte porque tenía ganas de estar con ella y en parte porque no tenía una buena razón para decir que no. Llegamos y Martin platicaba amigablemente con Luciano y con un tipo que no había visto jamás: Salmoneo.  

La casa era pequeña. En realidad era un cuarto dividido en tres partes. Cocina, sala-comedor y recámara con baño. Las reuniones las hacíamos en la sala-comedor. Yo siempre me sentaba del lado del comedor, me cagaba la sala y su sillón putrefacto y quemado. Diana llegó y se sentó en el sillón. Martin, Salmoneo y Luciano charlaban en la cocina mientras servían unos vasos de Coca Cola con Don Pedro. Diana era locutora de televisión, una puta desalmada y también era guapa. Llamó la atención de todos al instante. Luciano corrió al sillón y se sentó a lado de ella, sin ningún tipo de respeto hacia mí. Comenzaron a platicar. Diana en ese entonces estaba enamorada de La piedad de Miguel Ángel. Decía que quería morir frente a ella, volarse la tapa de los sesos mientras la observa. Eso le platicaba a Luciano. Yo tuve que entrar a la plática porque el tema me llamaba la atención y porque Luciano suele ser un hijodeputarobaviejas. Me acerqué al sillón, levanté a Diana y la senté en mis piernas. Me encantaba ver cómo movía los pies.  Al poco rato llegaron los demás miembros del círculo literario. Llegaron los literatos (hombre y mujer), llegó el filósofo y llegó el fotógrafo. También llegó Rey Hernández con una botella de whisky.  

Mi vida era una perfecta mierda en esos tiempos. Había salido de una relación mala para entrar en otra peor. Mi antigua novia era niña de quince años, demasiado puberta. La conocí en un concierto de Devil Driver o algo así. Me gustó y me enamoré de ella. La engañé con dos o tres cosas y nos hicimos novios. Duramos un tiempo hasta que la mamá llegó a mi casa una noche, alterada, a gritar que dejara a su hija de una buena vez o iba a la policía a denunciarme por abuso y corrupción de menores. No la volví a ver. Me gustaba la niña pero no quería parar en la cárcel. Además, para esos tiempos ya estaba un poco harto de ella. Diana me jodía toda la vida con la niña de quince años. “es que tú estás enamorado de ella y por eso no me disfrutas”, decía siempre. Yo le decía que no, que la quería a ella como un perfecto enamorado. Aunque Diana no me creía, sí que era verdad. Yo la quería y me había engañado mucho tiempo para amarla. Era mi especialidad, fingirme enamorado para terminar enamorado o peor que eso.  

También me jodía con Mariana, pero de verdad. A Mariana le tenía verdadera tirria. Alguna vez me dijo que se había visto reflejada en ella. Mariana era psicóloga, Diana era locutora de televisión, una puta desalmada, guapa y también era celosa. Me celaba de Mariana y me celaba de la niña de quince años. Yo no le importaba pero me celaba con una enfermedad rayando en la locura. Un fin de semana me tuvo encerrado, sin salir de un cuarto mientras ella se largaba a hacer sus reportajes. Me dijo que si salía iba a ir con Mariana. Era verdad, pero no tenía por qué encerrarme. Al menos me dejaba con una cajetilla de Marlboro (que ella fumaba), y un libro que no tuviera mujeres guapas como personajes. Me leí Moby -Dick para salir del hastío. 

En aquella reunión surgió el acabose. Era noche de lectura de cuentos. Consistía en lo siguiente: Luciano, los literatos, Martin, Rey y yo leíamos un cuento nuevo. Después, entre todos, criticábamos los cuentos y decíamos qué iba bien y qué iba mal. Aquella noche Luciano leyó cuarenta páginas de su novela, Martin leyó algo sobre un tal Joaquín, Rey una de sus aventuras en el mundo periodístico y también leyó Salmoneo un cuento de un poeta enamorado de la hija de un tendero. Los literatos también leyeron algo. Empezó Martin, nos contó su historia y todos aplaudimos, en parte porque el cuento era bueno y en parte porque siempre aplaudíamos por todo. Luciano nos aturdió por horas con filosofía y genealogía del campo y aplaudimos solamente porque no entendimos nada. A Salmoneo lo criticamos porque nadie la conocía. El cuento del literato hombre era bueno, trataba sobre unas plantas que crecían y se comían algo. El cuento del literato mujer no era nada bueno pero nadie se atrevió a criticarlo. En suma éramos un círculo literario donde nadie criticaba nada y sólo alimentábamos nuestro ego. Pasaron las horas entre lecturas, pláticas y algo de Beethoven. Llegó las dos de la mañana y la velada, Diana y nuestro círculo se jodió. 

Tocó leer mi cuento. Generalmente era el último o el penúltimo en leer algo. En esa ocasión escribí un cuento inspirado en Continuidad de los parques de Cortázar. Quería hacer algo corto, directo, y al revés. Al cuento lo titulé Simetría y así lo llevé al círculo esa noche. Copio aquí el texto: 

Vino a la ciudad a matar a una mujer a la que ni siquiera recordaba. Caminaba tranquilo entre colillas de cigarro y hojas caídas de los árboles, él mismo prendió un pitillo para unirlo a la colección expuesta en la acera, y pisaba hojas secas para hacerlas moronitas. Hojas entre las hojas. No podía acordarse del rostro de la mujer pero tenía una imagen clara, como pintura de Caravaggio, del acontecimiento que lo había llevado hasta ese viejo lugar. En vano intentaba extraer del baúl de los recuerdos una fotografía amarillenta, poco visible, con alguna pista sobre su cara. Recordaba, sin embargo, sus bellos y largos caireles, el cabello chino que tanto le gustaba tocar mientras hacían el amor. Tenía los senos y tocaba el cabello, tenía las largas piernas y seguía tocando el cabello, alguna vez acariciaba los pies, nada más para no discriminarlos. Regresaba al cuello trazando una ligera línea con el dedo y esa triste línea desembocaba  en algún cairel donde se transformaba en curva. 

El hombre pensaba en esto mientras encendía un nuevo cigarrillo y buscaba en la guía blanca el lugar a donde debía dirigirse. No fue difícil encontrarlo,  pues en este país pocas personas desdichadas pueden apellidarse Cargalunga y generalmente todas terminas asesinadas. Esta Cargalunga no iba a ser la excepción. En cuanto la encontró, rápidamente tiró la colilla al piso y se dispuso a tomar el camión con dirección a su destino, pero al final decidió ir despacio para perfeccionar su plan maquiavélico. Caminaba y pensaba. 

En el tercer piso de un departamento una mujer se encontraba sentada en su mecedora favorita con la gata Camille Claudel entre las piernas, bebía Whisky y su vestido rojo contrastaba con el tapete negro. Camille Claudel era amarilla, persa, y parecía una perfecta mancha en el fino vestido rojo carmesí. Llevaban ya tres horas sin moverse de la mecedora, Camille ya comenzaba a fatigarse y a pensar en el ovillo escondido debajo de la mesa de centro, pero su dueña estaba petrificada y sin mover las piernas, y ella no lograba comprenderlo, su mirada pasaba de la mesa de centro a las piernas cubiertas por el rojo carmesí y pronto regresaba a la mesa de centro, pero no se movía en parte por pereza y en parte porque no había razón para hacerlo. 

El hombre llegó al departamento a las tres en punto, hora idónea para matar personas. Subió los tres pisos por las escaleras, pues no quería ser víctima del elevador. Una vez en la puerta decidió tocar y esperó. Nadie atendía su llamado. 

A Camille Claudel le pareció escuchar ese sonido recurrente que tanto le molestaba pero siguió inmóvil en su lugar, ya no pensaba  en el ovillo sino en aquel sonido rítmico y constante, y no sabía cómo definirlo. La mujer, absorta en su lectura, no escuchó el sonido y continuó petrificada, con el vaso vacío depositado en la mesa de centro. 

Con ayuda de la suerte el hombre logró abrir la puerta porque no estaba puesto el seguro, sacó la pistola y cargó el gatillo. Entró. A lo lejos alcanzó a vislumbrar una pequeña mesa con un hilo desbordándose por una esquina, y a la derecha vio un vestido carmesí con una mancha amarilla a la altura de las piernas. Había un vaso sin líquido sobre la mesa.  

La gata Camille Claudel fue la primera en levantarse rápidamente con un aspecto alegre, ingenuo, saciada por horas somnolientas. El hombre alcanzó a ver que la mujer se movía y dejaba algo en la mesa. La mujer, atraída por el sonido del tostador, dejó el libro sobre la mesa, al hombre: la novela,  y se dispuso a servir un sándwich y otro vaso de Whisky mientras Camille Claudel jugaba con el ovillo a un lado del sillón. 

Cuando acabé de leerlo vinieron los comentarios. A Martin le pareció decente, Rey criticó el fondo de la historia (como critica siempre mis textos y gustos nomásporjoder), los literatos no entendieron. Luciano discursó por quince o veinte minutos. Habló de la filosofía de los asesinatos.  

Diana, que no había opinado nada al respecto de ningún cuento durante toda la reunión, por fin habló. El texto, a diferencia de los demás cuentos que ha leído de mi autoría, le pareció malo. Malo porque no tenía sentido y malo porque no le había entendido, según sus palabras. Además, a Diana no le gustaban los gatos y no pudo soportar que hubiera uno como personaje principal. Dijo sentirse identificada con la mujer, juró entre berreos, gritos y mentadas que yo había escrito el texto por ella, como símbolo del fin de nuestra relación.  

La sala-comedor de casa de Luciano era pequeña. Tenía una vieja mesa con cuatro sillas de madera, un sillón quemado por cigarro, color blanco sino mal recuerdo, y un cuadro de Remedios Varo adornando la pared. Diana era locutora de televisión, una puta desalmada, guapa, celosa e histérica. Se enojó tanto por el texto que salió corriendo de inmediato de la casa, tomó su Honda y se fue. No se despidió de nada y jamás la volví a ver en persona (en televisión sí que la volví a ver muchas veces, hasta hoy en día). 

Los miembros del círculo literario no dijeron nada sobre la partida de Diana. Durante toda la conversación ella no había dicho gran cosa y los demás la tomaban como parte del inmobiliario. Además, en algún momento de la noche había cortado de tajo los intentos de Luciano por ligársela. El círculo podría ser una mierda pero cuando se hablaba de literatura, bien podría ocurrir un terremoto o podía estrellarse un helicóptero en el edificio y nosotros ni en cuenta. Yo me quedé callado, pensando. A lo lejos veía a Luciano discutiendo finamente con Martin sobre un concepto filosófico. Luciano con su pantalón azul, tan planchado, su saco de pana y un cigarro en la mano derecha y un vaso de Don Pedro en la izquierda. Su peinado de ralla en medio y su pasión discursiva resonando a lo largo del comedor. Martin con su playera roja de manga larga, sus vaqueros sucios, su cigarro en la derecha y su vaso de Don Pedro en la izquierda; el cabello despeinado y su discurso tímido al hablar. Los demás integrantes se me perdían de repente, como una mancha blanca sobre la sala y sobre el comedor y sobre la cocina. Yo estaba aturdido y cansado,  había perdido a Diana y de paso al amor del cual me obligué a enamorarme.  

Aproveché el descuido filosófico de todos y salí con cautela de la casa. Bajé el piso que me separaba de la calle Fresas y me largué caminando rumbo a Félix Cuevas para tomar un taxi o seguir caminando hacia Insurgentes y tomar un taxi ahí; o bien seguir caminando sobre Insurgentes y llegar a mi casa, más tarde. Pensaba en Diana y pensaba en el círculo. Pensaba en Simetría y pensaba en Veracruz, donde al fin al cabo iba a ir a parar al día siguiente. Llamé a Mariana por teléfono. Contestó. Quedamos de vernos dos semanas después, cuando regresara de Veracruz. 

La narrativa de David Foenkinos, algunas obras y razones para leerlas

Hace pocos meses, un colega del trabajo con el que suelo platicar de libros de vez en cuando, me comentó que estaba leyendo una novela en donde el personaje principal era el vigilante de un museo que pasaba sus días frente a un Modigliani. El autor, me dijo, se llama David Foenkinos. Para ser honesto, jamás había escuchado ese nombre, pero el libro llamó poderosamente mi atención porque tenía relación con mi pintor favorito: Amedeo Modigliani. Para quien no lo conozca, Modigliani fue un pintor italiano de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el cual, entre otras cosas, solía enamorar a las mujeres a tal grado de llevarlas al suicidio. Su estética es impresionante. Aquí les dejo una de sus pinturas.

Retrato de Jeanne Hebuterne (1918). Modigliani

En fin, con este gancho en mente decidí buscar la novela de inmediato, pues no podía dejar pasar una historia en donde estuviera involucrado este pintor. Fui a algunas librerías y no encontré el libro, así que terminé adquiriéndolo para Kindle (desde hace un par de meses ya es posible adquirirlo en “casi” cualquier librería). La obra en cuestión se titula Hacia la belleza y aunque me gustó a ratos, no fue lo que esperaba. Sin embargo, el estilo narrativo del autor llamó mi atención y decidí darle una oportunidad leyendo otros de sus trabajos.

¿Quién es David Foenkinos?

Foenkinos es un escritor francés, nacido en París, que entre otras cosas se hizo famoso entre el 2012 y el 2015 con la publicación de novelas como Lennon (2012) y Charlotte (2015). La primera es una novela biográfica del conocido Beatle y la segunda otra novela biográfica de la pintora Charolotte Salomon con la que ganó el premio Goncourt. Su más reciente obra es Hacia la belleza (2019).

De cinco obras que he tenido la oportunidad de leer del autor, destaco las siguientes:

3. Hacia la belleza (2019)

Dice Foenkinos que es complicado enseñar arte a adolescentes que creen que Netflix lo es. Yo a veces encuentro más arte en Netflix que en salas completas de algunos museos de arte moderno, y no porque el arte moderno sea malo, sino porque hoy en día el arte, entre menos arte, más arte es. Esa es la razón por la que creo que actualmente es más complicado enseñar arte a los jóvenes y no por culpa de un medio audiovisual. En fin, en lo que estoy de acuerdo con él es en que no hay mejor manera de aliviar una pena que viendo un Modigliani. Si en los museos hubiera más Modiglianis y menos cubos de basura, las escuelas tendrían más fanáticos de la pintura… Y eso sí, aún seguirían viendo Netflix. 

Guillermo Garrido

Como comentaba al inicio, el argumento de esta novela me llamó la atención de inmediato. La historia trata de un profesor de historia del arte, Antoine, que decide dejar la academia para irse de vigilante al museo d’Orsay donde hay un retrato de Jeanne Hebuterne pintado por Modigliani. Ahí conoce a Mathilde, quien es la directora del museo y con quien entabla una relación misteriosa. 

La novela empieza bien, con una buena introducción de los personajes y con una narrativa sencilla pero ágil. Posteriormente, a mi gusto, decae (posiblemente porque pasa poco tiempo frente al Modigliani), pero los giros de la historia van haciendo que poco a poco te vuelvas a reconectar con los personajes y termines diciendo… ¡Qué buena novela, eso no me lo esperaba!

Como comentario que aplica para todas sus novelas, Foenkinos es un escritor con un estilo muy peculiar, con frases cortas pero llenas de emociones. Ese es, sin duda, uno de los puntos más fuertes de su escritura, pues logra impregnar un estilo narrativo muy personal

2. Charlotte (2015)

En alemán, naturaleza  muerta se dice Stilleben: vida silenciosa

David Foenkinos

Charlotte produjo en mí más emociones que Hacia la belleza. Como comentaba, es una novela basada en la vida de Charlotte Salomon, una pintora alemana que murió en Auschwitz a la corta edad de 26 años. Antes de leer a Foenkinos no tenía conocimiento de su obra y, para ser honesto, tampoco es que me encanten sus pinturas. Sin embargo, Foenkinos te lleva a través de esas frases cortas y emocionales a recorrer su infancia, su escape de Alemania, su refugio en Francia hasta su condena en el campo de concentración nazi. Es una novela plagada de arte y de amor pero sobre todo… de esperanza (aunque perdida).

Charlotte Salomon

Es una historia corta y recomendable para un fin de semana

1. La biblioteca de los libros rechazados (2017)

Junto a ese hombre, que sabía escuchar puesto que sabía leer, era posible evadirse de una vida autómata

David Foenkinos

La biblioteca de los libros rechazados es la novela que más me ha gustado del autor por su argumento, sus personajes y la forma en la que está narrada. En ella, Jean-Pierre Gourvec, un bibliotecario nativo de Crozon, decide crear una sección que tiene la peculiaridad de contar con puros libros que nunca han sido publicados y que por lo menos han sido rechazados por una editorial. Posteriormente, una editora llamada Delphine (que encanta) visita el pueblo junto con su novio (un escritor de poca monta) y descubren la librería. Ésta les llama tanto la atención que deciden darle un vistazo a todos esos libros rechazados y descubren una novela que termina siendo un “boom” editorial. Esta obra de Foenkinos es muy buena porque nada es lo que parece. El autor construye una trama muy interesante que te mantiene al filo de la butaca durante toda la historia y el final, una vez más, vuelve a dejar un muy buen sabor de boca.

Como comentario, la novela está basada en la biblioteca The Brautigan Library que creó un fan del escritor beat Richard Brautigan una vez que este pusiera fin a su vida por el poco éxito de su obra. Además, en 2019 salió una película basada en la novela de Foenkinos. 

Razones para leer a Foenkinos

  • Sus novelas son cortas (aptas para leer en un fin de semana)
  • Es un escritor fresco, con ideas originales
  • Su estilo narrativo es peculiar, con frases cortas y emocionales
  • Es un autor en crecimiento, que a pesar de tener varias obras en su haber, aún no ha llegado a la cumbre de su narrativa
  • Su sensibilidad por el arte

El Julio César de Basquiat

Hace poco tuve una discusión sobre la capacidad pictórica en términos técnicos y de sentido de la obra artística de Jean-Michel Basquiat. Como crítica general, los argumentos en contra de este pintor van ligados a su ¿nula? capacidad para el arte figurativo y la agresión ¿sin sentido? de sus pinturas. Por mi parte me considero fan de su obra, así que escucho las críticas con calma, mientras me hago bolita y veo en mi celular algunos de sus mejores cuadros.

Hace unos días, mientras intentaba ver cuál era la pintura que más me gustaba, decidí que me quedaba con su versión de Julio César. Aquí les comparto un comentario…

Julius Caesar on Gold

Julius Caesar on Gold – Jean-Michel Basquiat (1981)

Primero…

Es posible considerar a Jean-Michel Basquiat como un pintor postmoderno puesto que busca romper, categóricamente, con todas las reglas de la pintura. El autor crea su obra como un acto de rebeldía ante el sistema establecido. Artista callejero, grafitero nato, bohemio de los arrabales y hombre de raza negra perdido en Nueva York de los años 70’s y 80’s, Basquiat alcanza fama mundial cuando logra entablar una relación de amistad con el célebre pintor Andy Warhol. Su obra, basada en el arte del grafiti, era elaborada en las paredes del metro y en las calles más oscuras del barrio del Bronx. Siendo ésta un símbolo de la contracultura y de la pérdida de la razón establecida por un cierto grupo de intelectuales que consideraban como arte lo que ellos mantenían en el Canon.

Se considera arte postmoderno a aquel que sospecha de la razón y que tiene la capacidad de crear diversos microrelatos que dan pauta a una polifonía de sentidos. Recae, por lo tanto, en la subjetividad, pues no propone un modelo claro que ayude a encontrar soluciones a los diversos problemas sociales que pone de manifiesto (Habermas dixit). Y es precisamente de esta forma como debe analizarse la obra de Basquiat: a través de sí misma; pues de lo contrario se perdería el sentido de rebelión y los diversos signos que su pintura manifiesta.

Segundo…

Una de las principales características de su pintura, en cuanto a personas se refiere,  es su falta de rasgos y de parecido con la realidad. Es imposible poder diferenciar a una persona de otra por sus rasgos físicos, pues no representan retratos sino montajes realizados por la asociación plástica de elementos glíficos por superposición, adición, aglutinación, etc. (Galarza dixit).

El Julio César…

Esta obra, en particular, narra un tema generalmente conocido: la representación iconográfica del cónsul Julio César de Roma. Basquiat lo representa a través de la corona que lo dignifica al estado de rey; y, además, mediante la espada que enaltece su vida guerrera y de conquistas. En la mano izquierda porta la llave de lo que posteriormente, con la llegada de César Augusto al poder, sería el imperio romano. Por último, llama la atención que pinta a Julio César como si fuera de raza negra. Para entender este fenómeno sería necesario conocer más a fondo su vida y lo que para él significa. 

Por último…

Jean Michel-Basquiat es un autor que, a pesar de su rebeldía, su muerte temprana y su falta de sentido estético (entendido en términos canónicos), pudo llegar al canon artístico del Nueva York del siglo XX gracias a que estuvo en el lugar y con la gente adecuada.

¿Tú eres fan de su obra?

SIDI o la desmitificación de un héroe nacional

A lo largo de mi vida activa como lector, he leído diversas obras literarias del escritor español Arturo Pérez-Reverte. Destaco obras como El club Dumas (1993), El pintor de batallas (2006) y Hombres buenos (2015). Esta última, en particular, me pareció por demás interesante porque describe el ambiente que se vive en la Real Academia Española (por lo menos en el siglo XVIII). Sin embargo, esa obra del 2015 fue la última que había llamado mi atención hasta ahora. De la trilogía Falcó sólo alcancé leer unas cuantas páginas (el tema no me interesó) y Los perros duros no bailan (2018) lo pasé de noche. Así que desde el 2015, de Pérez-Reverte sólo me interesaban sus tuits; los cuales, si no sigues, recomiendo ampliamente que lo hagas en la cuenta @perezreverte. Como buen pensador, suele lanzar flechazos a veces atinados y a veces desatinados, pero que no dejan de generar polémica (y por lo tantos hilos enteros de conversación). También es interesante entrar a las conversaciones que suele hacer todos los domingos con sus lectores a través de esa misma red social.

Menciono el tema de los tuits porque fue así como llegué a interesarme por su nueva novela SIDI (2019), la cual se basa en uno de los personajes más famosos de la literatura y la historia de España. Honestamente, no soy muy fan del famoso Rodrigo Díaz de Vivar ni en vida ni en obra (poesía épica, representaciones en teatro, series de televisión, etc.). Leí la obra clásica en la preparatoria, en la universidad y más adelante por placer, pero nunca llegó a engancharme. Quizá porque suelo ser más fantasioso y busco héroes más cercanos a Ricardo Corazón de León, mientras que El Cid siempre se muestra demasiado humano. Es decir, nunca he andado por la vida creyéndome El Cid, luchando contra moros y cristianos y proclamando mi amor por el rey Alfonso; pero sí como Ricardo I peleando contra las injusticias de Enrique II. Sin embargo, un día mientras navegaba por el twitter, di con un tuit que me animó a leer la obra. Aquí lo dejo:

SIDI o la desmitificación de un héroe nacional

“Eso de que El Cid era un patriota español es mentira”.

Arturo Pérez-Reverte

Dice el autor, en una entrevista para NATGEO España, que la mejor parte de escribir una novela es el trabajo de documentación. Con otros escritores no lo creería, pero con Pérez-Reverte se nota el cuidado que pone a cada detalle de la novela; desde la construcción de los personajes, pasando por las locaciones hasta llegar a las formas de habla. De SIDI lo que más se me ha quedado es el dialecto castellano de la época a tal grado de que ahora ya utilizo frases como “por vida de” que está totalmente fuera de contexto, pero que hace mi vida más llevadera.

Si leen esta historia no esperen encontrar el drama de su destierro, ni el problema de sus hijas con los Infantes, ni la famosa afrenta de Corpes. No, lo que hace Pérez-Reverte es describir a un Cid, o SIDI como le decían los moros, humano y completamente ajeno al pueblo de Castilla (aunque eso sí, siempre fiel al rey Alfonso). En SIDI, Rodrigo Díaz de Vivar sólo es un hombre con un pequeño ejército que va creciendo con el paso del tiempo, el cual tiene como principal objetivo sobrevivir día a día en un mundo convulso. 

Para mí, SIDI tiene tres partes importantes. En la primera, Rodrigo Díaz, después de ser desterrado y de haber tenido que dejar a su familia, trabaja por encargo para salvaguardar la paz en la frontera sur. Aquí hay una primera parte muy bien lograda, en donde se describe, lentamente, cómo la pequeña hueste de El Cid va siguiendo los pasos de una hueste mora que acecha a los pueblos castellanos. Se muestra a El Cid con un ejército pequeño, que está en plena construcción. En la segunda parte se narra la afrenta que sufre Rodrigo Díaz al ser rechazado por el conde de Barcelona, hecho que concluye con la venganza de Rodrigo al adquirir la famosa espada Tizona. En la tercera parte, la más importante pero no la más interesante, aparece un Cid ya consolidado, luchando codo a codo con el taifa Mutamán de Zaragoza contra ejércitos moros, castellanos y francos. Hasta aquí llega la novela. SIDI no narra la parte de la reconciliación de Rodrigo Díaz con el rey Alfonso (en gran parte causada por la fama que había adquirido luchando con los ejércitos de Mutamán), ni su segundo destierro, ni la boda de las hijas, ni nada más. Creo que la intención del autor, y es lo que hace agradable la lectura de esta nueva “reinvención” del personaje, es mostrar que los héroes nacionales lo son por casualidad, por conveniencia y por egoísmo. En fin, los héroes se construyen por casualidad.

Fuera de la historia, la lectura de SIDI es corta y se hace ligera (sobre todo en la primera parte). En esta novela podemos encontrar a un Pérez-Reverte estudiado, sólido y con una narrativa ágil y precisa. Al final, creo que el autor tiene razón cuando afirma lo siguiente:

El Cid era un tipo que, en un territorio turbulento, sangriento e incierto se buscaba la vida. ¡El Cid era un mercenario!

Quizá el Rodrigo Díaz de Pérez-Reverte se parezca más a un Ricardo Corazón de León. Quizá…

De marginado a poeta. Un comentario sobre Jean Genet

Lo que necesitamos es el odio. De él nacen nuestras ideas.

Jean Genet

La semana pasada di con una de las obras de teatro favoritas de mi juventud. Estoy hablando de El balcón, escrita por «San» Genet como lo llamaría Sartre. Les comparto un breve comentario sobre ella. Como nota, toda historia está plagada de algo de verdad y algo de imaginación. Esta es la forma en cómo a mí me gusta recordar al autor.

Jean Genet, el «santo» poeta

En el seno de una Francia influida notablemente por los teóricos, artistas y políticos decimonónicos; y de un París que en esa época era la cuna cultural e intelectual del mundo, nace uno de los ensayistas, narradores y dramaturgos más influyentes del siglo XX: Jean Genet. Considerado prófugo de la justicia, homosexual declarado, estafador, amigo y enemigo de figuras intelectuales como Jean Paul Sartre, pariente del existencialismo y literato revolucionario; Genet escribió sus obras más importantes estando preso, en primera instancia, y posteriormente siendo parte del sistema.

Durante su infancia, al ser abandonado por su madre cerca de un basurero, Genet fue criado en un orfanato. Fue ahí donde pasó los primeros años de su vida y donde también encontró lo que él creía un compromiso social: robar para sobrevivir. Por culpa de ese hecho, el autor pasó gran parte de su juventud y edad adulta en la cárcel. Genet vivía en un mundo de izquierda y contracultura, educándose en las calles y luego en la penitenciaria. Fue en esos dos lugares donde creó su primer ideología izquierdista: ir en contra del régimen establecido. Sin embargo, pese a la condena que cae sobre las personas que terminan en la cárcel; a Genet le resultó fructífero vivir en ese lugar. Hacía sus tareas cotidianas, leía tratados existencialistas y sobre todo: escribía. Una de sus grandes obras de teatro titulada El balcón, donde se puede apreciar su fuerte compromiso social y en donde lucha contra el régimen establecido, fue escrita precisamente mientras estuvo preso. 

Sobre El balcón

El balcón trata sobre un prostíbulo. A él acuden personas de diversa índole a satisfacer sus necesidades tanto físicas como intelectuales. Una de las características del antro consiste en dejar que el cliente sea quien quiera ser. Bajo este contexto, el autor incluye personajes que representan los más altos puestos jerárquicos de Francia: un obispo, un policía, un político, entre otros. El clímax de la historia surge al final, cuando se narra de manera misteriosa cómo afuera del antro, en la realidad, hay una gran rebelión por parte del pueblo y han muerto ya las grandes figuras que representan al país. Los personajes literarios, clientes del antro, tienen que salir al balcón para sustituir a los verdaderos políticos, policías y obispos; y decir que todo está bien. Con esta simple, pero sustanciosa metáfora, Jean Genet demuestra sus diferencias con el poder y su compromiso como intelectual al hacer ver a la gente que la política es una farsa  y una dualidad concéntrica de estafas. 

Imagen del momento cumbre de la obra. La foto fue tomada de la página rtve.es

El mismo Jean Paul Sartre, amigo, mentor y principal impulsor de Jean Genet, dice lo siguiente: “el compromiso de un escritor radica en transformar lo real”. Jean Genet, en El balcón, transforma la realidad a tal grado de hacerla ficción. A su vez, el autor vive constantemente criticando el sistema que lo rodea. En la obra que nos atañe, la crítica se da todo el tiempo con las acciones de los personajes transmutados en gente verdadera dentro y fuera del prostíbulo: “Nada definitivo puede fallarse esta noche. Desde luego, la idea es audaz, pero si su caso apareciera desesperado, quizá podríamos examinar el asunto. Sería, eso sí, un temible disfraz y, si usted tuviera que transmitirse de esta forma de generación en generación” (Genet, 2007, P. 148). Por esta razón, el autor navega de un lado para otro en su compromiso intelectual: “no puede darse el compromiso cuando desaparece la crítica, la razón que fundamenta esa acción” (Sánchez Vázquez, 2007. P.55). La razón de Jean Genet, por la cual critica a la sociedad, se ve reflejada a lo largo de toda su vida: el abandono, la pobreza, la desigualdad social por ser homosexual, sus juicios (justos e injustos,) en la cárcel, la influencia del poder (en su caso con intelectuales como Jean Cocteau y Jean Paul Sartre que lograron convencer al presidente para que lo dejaran en libertad), entre otras.

Jean Genet vivió toda su vida en una lucha constante por lograr esclarecer el valor moral de la sociedad francesa. Fue, abiertamente, un detractor constante del sistema establecido: aceptó su homosexualidad, vivió de la prostitución, el robo y más delante de la literatura. Luchó contra la política del sistema democrático francés a través de sus obras y transmutó la vida real en literatura al sublimar sus acciones cotidianas en obras de teatro, poemas y ensayos. Sin embargo, a pesar de que luchó toda su vida por sus ideales y la transformación del sistema, siempre estuvo rodeado de gente importante que, lejos de acrecentar sus ideas izquierdistas, lo llevaron a doblegarse moral y espiritualmente. 

Siendo un autor reconocido medianamente en su país y en el mundo tanto por sus obras como por su relación con Sartre, Beauvoir y Cocteau; Jean Genet vendió sus ideales al sistema político francés. Él, a diferencia de Sócrates, no logró aceptar que la vida en otro mundo puede ser mejor que ahora, ni luchó por defender su palabra en una corte donde todo mundo estuvo en su contra. A diferencia de Sócrates, Genet tuvo miedo de beber cicuta y terminó aceptando un trabajo en el sistema de seguridad de una colonia francesa. El hombre que había estado tantas veces en la cárcel, que había criticado abiertamente la política francesa y a su sistema de justicia; terminó siendo uno de los principales reformadores del sistema carcelario en un lejano país africano. Vendió sus armas, que naturalmente se componen de ideas y palabras transformadas en literatura, para dejar de luchar y convertirse en un intelectual capitalista según palabras adoptadas de la filosofía de Marx.

Otros libros que recomiendo del autor

Novela Pompas fúnebres (1947)

Novela Santa María de las flores (1944)

Obra de teatro Los negros (1959)

A pesar de esto último a nosotros todavía nos queda una pregunta que responder. ¿Quién estará en lo correcto? Sócrates, por dar su vida siguiendo sus ideales y  su orgullo, o Jean Genet, quien aprovechó sus armas intelectuales para infiltrarse en el centro de una sociedad que si bien no le pertenecía, la hizo suya. 

Para Elisa

Nota: este texto fue publicado originalmente en el libro Más o menos así es el hombre (2012). Sus autores son Martin Petrozza y Guillermo Garrido.

Siempre nos ha molestado ese ruido estridente que la gente llama: conversación.

I

Tres horas de camino, cuatro peseros, tres transbordes de metro y al fin: el café. Café la Selva, centro de Tlalpan, 7:00 PM. Efectivamente es ella. En un segundo todo se va al carajo. ¿Por qué? Por su enorme inseguridad de puberto. No puede quejarse, en el fondo lo sabía perfectamente; toda una vida de lo mismo, como la vez que los tartamudeos, traidores, le impidieron acercarse a Paulina y Karla y a Lisbeth y a Rebeca; o la vez que las manos sudorosas lo dejaron en ridículo frente a Fernanda, María, Estafanie y Montserrat; y cómo olvidar aquella ocasión donde simplemente enmudeció ante Rosalía. En la mesa de enfrente estaba su cita, su cita a ciegas, que como todas sus citas ciegas había salido de la red. Por supuesto, había mentido. Aquella belleza esperaba paciente al joven empresario de veintisiete años: alto, delgado y con el Mercedes aparcado, es decir, todo lo contrario a su 1.65 cm, su atávica gordura y sus parcos diecinueve años. Definitivamente no se acercaría a ella. Pidió otro café y en silencio la miraba; el valor y él no eran del todo uno. Su madre lo esperaba con la cena y había viajado kilómetros enteros, porque como bien dice el dicho: “un par de tetas jalan más que dos carretas”. Se había puesto los Levi’s, la camisa de moda, regalo de su madre, e incluso compró la loción Calvin Klein (evidentemente pirata), al ambulante de la estación Taxqueña que aseguró era irresistible a las mujeres.

La hermosísima Helena parecía impaciente, sobre la mesa reposaba un vaso de agua, un libro de José Agustín y una caja de Marlboro light. Pobre víctima de la lujuriosa pubertad de Pablo. ¿Qué culpa tiene ella? Quizá la culpa de creer posible encontrar en la red un príncipe azul de Mercedes y casa en las Lomas. Eso denota interés, pensó Pablo, justificando su timidez y tapando la culpa de dejar plantada a esa atractiva mujer. Pablo sabía perfectamente que lo mejor sería irse, olvidarlo todo y recomenzar con cualquierotraquesea; esta vez sólo se aumentaría dos años y cambiaría de nacionalidad. Su tía Malena siempre le había dicho que parecía argentino, dos o tres ches y ¡Viva La Pampa! Sin embargo, por una extraña razón que no comprendía, o no quería comprender, decidió quedarse un poco más. Pidió otro café ¿Hasta cuándo será capaz de aguantar? Pensó Pablo y una ligera risilla asomó en su regordete rostro, como quien hace una travesura y quisiera no arrepentirse. La minifalda de Helena lo tenía atado a su mesa como dogal al cuello de un sentenciado, y así se sentía, sentenciado a la soledad en un mundo lleno de mujeres donde ninguna era para él. Pero, ¿qué tengo de malo? Pensó Pablo. “Al imbécil de Roberto sólo un poco más alto que yo y sin un diente, le llueven las mujeres, y sólo porque disque es poeta. Cualquiera puede escribir versos, es cuestión de escribirlos y ya, pero claro, yo jamás me rebajaré a ese nivel; ¿habrá algo de cenar en casa?” Revisó su cartera que, como siempre, estaba llena de tarjetas de beisbol y poco dinero. “Si mi madre hizo lasaña me suicido, desde hace meses se la he pedido y con la suerte que tengo seguro la hizo hoy, y yo con mis cosas, debí suponerlo. Las fotos que mandó Helenita son las de la típica mujer que no saldría conmigo. Otro café (el último incluido,) y me largo. Helena puede irse a buscar Mercedes a otro lado”.

Página 115 de Ciudades Desiertas, profundos ojos negros clavados en las infieles letras, cabello lacio ligeramente movido por el viento, resbalando por el marmóreo cuello y tocando a las indomables gacelas (Cantar de los Cantares, verso nomeacuerdo). ¿Podría traerme otro Cappuccino? Dijo Helena al mesero que tardó unos segundos en reaccionar al ver el ochenta por ciento de aquellas largas piernas cubiertas apenas por unos centímetros de tela negra. En seguida, señorita. 

¡Depravado! Pensó pablo al observar al mesero que con una mirada violaba a su mujer. “Y ella tan dejada, se le nota la costumbre. Mi madre me ha advertido sobre estas arpías”. ¡La cuenta, por favor!

En eso estaba Pablo cuando sonó el celular: Para Elisa.

II

7:00 pm. ¡Por fin me piso! ¿Me piso?, qué cagado. Francisco es un amor y es colombiano. Colombia, ¡apoteósico lugar! Allí iré a parar dentro de un mes; estoy harta del trabajo, de México, y ¡ayyy!: la tristeza. 

Este cuadro siempre me ha parecido interesante, me recuerda aquel en donde se ve una mujer con los ojos abiertos y nada más, ¿cómo se llamaba? Quién sabe, a quién le importa. Lo importante son los ojos, y nada más. ¡Baaah!. Ahí está Gerardo, qué molesto, justo en la puerta, donde no debía estar. Voy a hacer como que no lo veo para salvarme de otro encargo, siempre hace lo mismo pero hoy sí llego temprano a mi cita con Graciela, le debo tanto dinero. Además, aquí en el trabajo no me pagan horas extras, ya no pienso seguir aguantando tan tremenda injusticia, maldito barsucho, no por ser mesera voy a aguantar sus mafufadas. ¡Puf! Me he salvado por un pelo, el güey ni me volteó a ver, por suerte estaba distraído platicando con la puta de Rosa, pinche vieja, ¡me cae tan gorda! Mejor me apuro, no se me vaya a ir el pesero. ¿Dónde dejé mi libro de Usigli? Ha de estar en la mochila, ahorita me siento, lo saco y me pongo a leer. ¡Carajo! Estos peseros son bien incómodos y apenas y quepo en el asiento, además el chofer se pasa, casi me deja, pero bueno, ya estoy aquí; ahora si voy a sacar mi libro… Usigli’s time. ¡Me carga Atlas con todo y mundo! Otra vez El gesticulador, eso me pasa por no fijarme, mejor hubiera traído los poemas de Conversación desesperada, me hubiera mareado menos; ya ni modo, no hay de otra. Lo bueno es que esta edición trae las letras grandes.

¡Óoooorale, qué bacán, ya voy por el Museo del Automóvil!, ¿Bacán? otra vez recordando a Francisco; Ay Elenita, te estás enamorando. Bastante has leído como para saber que el amor es un perro del infierno, pero anda pues, te dejo, así es la vida. Mejor sigo leyendo, pa’qué tentar al diablo. Uta, ya se me pegaron, creo no está tan mal, deja lo veo de refilón. Elenita is right, nunca se me escapa una; parece Aquiles pero sin la espada; lástima, se ve bien mamón, mejor ni le hablo, yo a lo mío, él a lo suyo y todos felices. Esa vieja de enfrente cómo jode, no sé para qué trae al chamaco, ni me deja leer, nada más viene berreando. Por fin se bajó, ahora sí voy a seguir leyendo, pero cuidadito Elena, ya vas por el Estadio Azteca.

César Rubio, pinche impostor, si yo fuera el pueblo lo linchaba. Ya, ya, no seas tan ruda, como si tú nunca hubieras dicho una mentira, mejor me lincho a mí misma porque… ¡ya me pasé! Salida a Cuernavaca, ¡me carga! Pinche Usigli, siempre me hace lo mismo. ¡Bajan, bajan! ¡Fiuuu, fiuu! ¿Y ahora, dónde estoy? Ya sé, me voy a cruzar la calle y si no me matan tomo otro pesero a San Fernando, no ha de estar tan lejos. 

Ya son las 7:30 pm. y yo apenas en la gas, ¿me echo a correr o tomo un taxi? Deja veo mi cartera. ¡Híjole! Traigo veinte pesos y un encendedor, mejor me fumo un Delicado, ¿o era Delicados? y me voy caminando, total, la Graciela seguro me espera, y si no que se joda, yo le debo a ella, y así mejor porque me compro unos molletes en La Selva. Este güey, tiene mucha prisa, toca el claxon como desesperado y está el alto, ¿por qué la gente no comprende? Odio México. ¿Estará cerrada la pape? No, vientos. Me voy a comprar unos chicles. Aaahhh, esta vieja tan lenta, ¿qué hora será? Cuarto para las ocho, chin, ya se me hizo bien tarde. Señora, señora, me da unos Trident. ¿Cuánto es? Gracias, buena noche. Ahora sí le apuro porque Graciela se desespera. La Manchega, ya llegué. Ah caray, ¿dónde estará? Las ocho y no hay lugares, seguro se le hizo tarde; yo me vengo matando y ella no se apura. Total, voy a pedir una mesa y mientras me siento en esa banquita. Oiga mesero, jajaja, se siente bien padre meserear a otros. ¿Me apunta en una mesa para fumadores? A Elena, sin “h” por favor, mis papás no leyeron a Homero. No entendió el chiste. Qué rico es sentarse, ya estaba cansada de la caminata. Me lleva, ya está sonando Para Elisa, seguro ha de ser la Graciela.  

III

La clientela del café La Selva estaba distribuida de la siguiente manera:

Sin mesa: un perro.

Mesa 1: Pablo y Elena.

Mesa 2: un par de argentinos.

Mesa 3: un par de filósofos.

Mesa 4: Sebastián y Helena.

Mesa 5: un trío de chefs.

Mesa 6: un hombre leyendo un libro.

 Llegó cansando, lengua de fuera, buscó un espacio y se echó.

Jajaja, ayy, pensé que era el mío. Ah no, sí, sí es, no es Graciela, mejor no contesto. Bueno, ¿máaa? Ya voy para allá, ya pedí la cuenta, al rato llego. ¿Qué hiciste de cenar?

Traes el mismo tono, ¡bacana! Ah, perdón, quise decir “vientos”. ¿Qué? El tono, Para Elisa. Ahhh, sí, sí, curioso. Mmm, la pieza de Beethoven, ¿Te gusta? Claro vi las dos. ¿Las viste? Por supuesto, las películas. ¿Dónde las conseguiste? Las pasan en la tele cada rato, todo mundo ama a ese perro. ¿Cuál perro? Pues Beethoven, era un perro. Pues no sé pero a mí me apasiona. Guaaaaauuu, ladró.

Señorita, me permitiría sentar a su lado. ¿Perdón? Disculpe mi atrevimiento, la miré de lejos y no pude evitar acercarme. La verdad espero a alguien, pero por lo visto no llegó, siéntate. Me llamo Sebastián, llámeme Tang. No me hables de tú, no soy tan vieja. 

¡Maldito! ¿Quéee? No, nada. Oye, me podría sentar contigo mientras me dan una mesa. Bu, bu, bueno. Gracias, ¿qué te tomas? Un americano, tú, ¿qui, qui, quieres algo? La cuenta señor. ¿Ya te ibas?, ¿cómo te llamas? Su cuenta señor. Déjalo así, se queda otro rato, gracias, ¿cómo te llamas? Me llamo Pa, pa, Paaablo, y ¿tútútú? Elena, ¿estás nervioso? Yo me llamo Helena y me puedes decir Helena. Está bien Helena, tú ganas. Guaaaauuu, Guauuuuu. Ladró cada vez más desesperado.

Oye pibe, ¿querés otro café? Che, cómo preguntás eso, pues a qué venís sino a beber café. ¿Gustas un café? Ya que insistes me haré el honor de beber contigo. Jajaja, no exageres, el honor es mío. “Tuyos son sólo aquellos ojos que viran hacia el infinito” ¿Guillermo Garrido? ¡Lo conoces! Me encanta. Es bonito, aunque a veces me inspira más la poesía de Gerardo Aguilar. Te doy toda la razón. Te digo che, esta prosa es cosa grande, recetáte dos cuentos y tenés pa rato de pensar y pensar.  

No, nervioso no. ¿Qué te pasa? Nada, nada, a veces se me lengua la traba. Jajaja, no te preocupes, a cualquiera le pasa, es de lo más normal.  Chinga, ya me salió lo Penélope. ¿Lo qué? Estoy esperando a una amiga pero ya se tardó, me dejó tejiendo chambritas. Jajaja, yo estoy igual. ¿Esperas a alguien? Esperaba, ya llegó. Se trata de entender al mundo como creación única del individuo. Y a todo esto, ¿a qué te dedicas? Estudio. ¿Qué estudias? La prepa. ¿Pues cuántos años tienes? diecinueve. Joer tío, el individuo es al mundo lo que el mundo al individuo, ¿Entens? Repetí dos años. Ah caray, yo estudiaba teatro en Puebla, de allá soy. Pero un día me harté de todo y me vine para el chilango, ya llevo tres meses aquí, y ya me quiero largar, en un mes me voy a Colombia, allá sí saben vivir. ¿Ah sí, has estado allá? La verdad no, me leí los libros de García Márquez y Fernando Vallejo, además el otro día conocí a un colombiano que me volteó el piso, si te contara… No puedes decir que te gusta si no has estado ahí. Mira chulo, la literatura dice más que mil experiencias; ¿o a poco tú crees que García Márquez inventó Macondo así como así? Lees mucho ¿verdad? Eso mismo te digo, el individuo es el mundo, cada quien crea un mundo a su manera; por ejemplo, en mi mundo existen los gatos, porque si no existieran, ¿cómo conceptualizaría mi idea del mal? En base a otro ícono que represente la misma experiencia. No lo suficiente pero hago el intento, mi escritor favorito se llama Jean Genet, un reo francés que terminó siendo el dueño de las cárceles; también me gusta el teatro de Usigli y otros escritores latinoamericanos; amo el teatro. ¿Todo bien? Sí, gracias. A mí tráeme azúcar, por favor.

El perro no había comido hace tres días. Famélico se levantó con ojos de suplica y comenzó a buscar algo para llevarse al hocico. Nadie lo atendía. Caminó entre las mesas molestando a más de un comensal. El hambre podía más que lo insultos. De pronto escuchó un ruido. Ese ruido venció al hambre y fue presto a ver de dónde provenía. 

¡Sácate de aquí perro! ¿Viste cómo Rafa cortaba las toronjas? Cálmate Alicia, es sólo un perro. Sí, cortó treinta en menos de un minuto. Claro, por algo es el chef, no nada más le pagan por ver cómo trabajamos. Sí, nada más eso faltaba,  gana veinte veces más que nosotras. ¿También conoces a Gerardo Aguilar? Muy poco, para qué te miento. No importa, entonces cuéntame de ti. Tengo veintisiete años, vivo en el Pedregal  y hoy traigo un Mercedes. ¿Hoy? Sí, ayer traía un BMW y mañana me compro el Jaguar. Órale, has de tener mucho dinero. En  parte sí, pero la verdad me dedico a la compra-venta de autos totalmente semi-nuevos. ¿Y tú a qué te dedicas? ¡Y la cocina, es la más grande en la que he trabajado hasta el día de hoy! Todo está muy bien hasta la hora de la salida, nunca llega. Estudio en la universidad del vago de México, o sea, UVM, campus Tlalpan. ¿Tú a qué hora saliste en año nuevo? Ah, cerca de aquí, ¿y dónde vives? Ya ni me recuerdes, trabajé como veintidós horas; de ocho de la mañana a seis de la mañana del primero. Yo estuve igual, lo peor fue que sólo dormí dos horas porque regresé a trabajar. Tratá de un balcón que se suicida. ¿Me pasás el azúcar? Se suicida, che, un balcón, cómo hacés que un balcón se tire a la mierda por una mujer. Ba!!! Andá a cantar a Gardel. Su café señor. Gracias pibe.

¿Qué tanto mirás por allá? Ni me pelas. ¿Ves a esa chica? ¿A cuál, güey? Esto parece las bañeras de Ingres. A la de allá, la que está con el tarado de camisa negra. ¿Cuál chica?, si está bien solo, no baja la vista de su librito, qué libro leerá. La espacialidad es inherente a las artes visuales, un espectador puede observar, a simple vista… no, no, una mesa antes… un conjunto de acciones que surgen en un sólo instante en un espacio determinado y un tiempo específico, sintetizando una acción simultánea en un todo. ¡Ahh! La que está con el guapote. Ajá. Pues le veo hasta el occipucio, pero, ¿qué tiene ella? Es mi cita. Jajaja, entonces por qué estás conmigo y no allá. “Miro a través de tus espejos visuales el horizonte del alma”. Esa no la había escuchado, hasta pareces poeta. De poetas y locos todos tenemos un poco. Exacto, sin embargo, los íconos, etc., me los he creado yo a mi conveniencia; una conveniencia regida por la voluntad indomable del inconsciente. ¡Me cago en la ostia! Si los íconos están pre-establecidos mediante fenómenos sociales regidos por las instituciones que los preceden; ya lo decía Foucault. ¿Y quién se ha inventado las instituciones y a Foucault? Los aparatos de poder que rigen el funcionamiento de un estado moderno. Este café está requemado y no tiene una buena disolución. Cálmate, cálmate güey no estamos en el Velas. Está vieja ya quiere el café que nos hace en la mañana Juan cuando llegamos bien crudas a la chamba. Yo nomás decía. Porque soy un cobarde. Un cobarde que habla re bien con una poblana, ¿qué tiene ella que no tenga yo, además de la minifalda? No es eso, no entiendes. Pues cómo te entiendo si no te explicas, pareces el manatí de Lezama Lima. Siempre es lo mismo, me aterra el rechazo. Pues yo nunca me he preocupado por eso. Una vez conocí a un güey por Internet y con todo y mi pandrosidad nos fuimos ese hotel que está adornado de puros picassos allá en mi ciudad. ¿Hola, cómo están? ¿quieren una paleta? ¿Perdón? Vendo paletas, a tres pesos, ¿me compran una? Órale güey, saca seis pesos para ayudar a la señora. No tengo dinero. Ni modo amiga, mi peoresnada está jodido, ahí pa’la otra. Sí, tienes razón, pero los gatos, los íconos, las instituciones, la sociedad, Foucault, las personas, tú; son todo un mundo y se formaron cuando yo nací. ¡Grrr!, ¡grrrr!, ¡grrrrr! (Estropicio de motoneta).

El perro se lanzó intrépido tras la motoneta. 

Ahora que lo decís, ¿cómo es que un balcón se suicida? Sí, che, te lo bato yo; y fue por una mina. Lo de la mina lo entiendo, pero el balcón… La concha de la lora, no entendés un carajo; ¿ves estos cubiertos? Quizá estén hartos de la gente, de las manos que los toman y de las bocas en donde se meten. Quien fuera ese cubierto para meterse en la boca de esa mina. ¿De cuál mina hablás? Cuéntame algo de ti Helena. Me gusta pararme tarde, amo los gatos, me gusta la fotografía y los poemas, vivo con mis padres y creo en el amor. Pues ésta también me salió de Internet pero no llegamos a la esquina, ella cree que tengo veintisiete años. Pues a la esquina sí llegaron, pero no juntos. Además cree que tengo mucho dinero. Uy mijo, pues en qué líos te metes, a leguas se nota que no tienes un peso en la bolsa. Ni me digas, me ha sucedido varias veces. Ah, vaya, así que te dedicas a coleccionar desgracias amorosas por Internet. Jajajaja, sí, se podría decir. Mal hecho chavo, lo mejor es ser directos y así ya hasta te hubieras conseguido a alguien. Eso me parece una visión ego centrista atribuida al sistema anímico freudiano; antes de ti estaba Ulises, los reyes y hasta Gabriel Ferrater. Tienes algo de razón en el egocentrismo, uno anda por la vida y siempre llevará intrínseco el sistema anímico, el egoísmo y todo lo demás; sin embargo, qué son Ulises, los reyes y Gabriel Ferrater sino ilusiones pretéritas de un individuo; yo, tú, él, etc. (Risas, murmullos y parafernalia cotidiana). Me lleva, faltan tres días para regresar a la esclavitud en Playa del Carmen. ¿Y ya viste a tu novio? Sí, pero se pone reacio, ya no quiere verme tan lejos, a veces no entiende la vida de los cocineros. Tú tienes la culpa, si sospecha de ti es por algo. ¿Qué somos, putas o cocineras? Salimos a tomar en la madrugada, trabajamos para Rafael, dormimos en las mañanas y no descansamos ni días festivos. Tú puta güey, lo cocinera es mera coincidencia. A callar, tú también tienes cola que te pisen, ¿no te acuerdas lo que le hiciste al Memo cuando te fue a visitar a la casa? Ni se despidió de nosotras. No puedo ser directo, seamos sinceros, el guapote, como tú le dices, está guapote; el lector ha de ser poeta como Roberto, y yo sólo soy yo;  ¿a ti, te gustan los poetas? Un ejemplo claro es la pintura: Un dimanche après-midi à l’Île de la Grande Jatte del pintor francés Georges Seurat… Me gusta la poesía pero los poetas me dan miedo, siempre salen con una jalada y además son aburridísimos. Pues yo he visto que todas mueren por ellos, no sé por qué; no tienen dinero, no se bañan y son unos marihuanos. Donde se aprecia, a primera instancia, una mujer con sombrilla, tres hombres descansado de cara al río Sena… Pero si eso los hace interesantes, figúrate nomás, aquí pura cotidianidad, excepto por el del libro; si tuviera ánimos me acercaría a platicar con él. Adelante, es muy tarde para mí. 

Y, ¿crees en el amor a primera vista? Nunca me ha pasado, pero estoy abierta a conocer nuevas experiencias amatorias. A mí sí me ha pasado. ¿De verdad? Claro, me está sucediendo justo en este momento. No me hagas reír, soy una persona común y corriente. Yo no diría eso de ti, me pareces una mujer bella e interesante “y no miento si juro que daría, por ti la vida entera”. Joaquín Sabina, ¡eres todo un plagio! Siempre te vas por el lado de los tomates, che. ¡Pero qué to-ma-to-tes, hombre! Eso no te lo discuto, la piba es una joya; apuesto a que cualquier balcón se anda matando por eso. Bueno, volvamos a lo nuestro, me decís que el balcón y los cubiertos, explícame por qué, cuándo, dónde. ¿Ya te vas? A penas son las ocho y media. Vivo a tres horas de aquí, si bien me va. Tú sí estás jodido, no traes dinero, vienes a una cita y no hablas con ella… yo vivo a dos calles de aquí. ¿Vienes seguido a este lugar? Casi siempre, no te digo que me queda cerca. ¿A qué te dedicas? Soy mesera en un bar, pero ya me voy a salir porque son bien negreros; me voy a dedicar a terminar mi obra de teatro, después me voy a Colombia. ¿Tienes novio? No, no, en cuestiones del amor trabajo de FreeLancer; tengo amantes pero ya no me clavo. Mmm, ¿y de qué es tu obra? Es una historia de un chavo que se dedica a conocer mujeres por Internet y no le habla a ninguna. Muy graciosa, ja…ja…ja. Precisamente por eso, ilusión pretérita de un individuo que no fuimos ni yo, ni tú, ni él, ni ustedes. Eso me suena a deísmo, y la ciencia ha comprobado ciento de veces, cada vez mejor, que las deidades son reflejos culturales de cierto tipo de hombres y pueblos. Joer tío, no seas macana, deísmo mis cojones; es simple historia, transcurso del tiempo. Todos son víctimas de un yo que no eres tú porque nació antes. Ese yo al que te refieres, si como dices, es el creador de todo el mundo pasado, es por fuerza omnipotente, ubicuo y eterno, lo que nos da por resultado una deidad, llámala como quieras. Chaval, ¿on vius? Es tan terrenal como nosotros, a veces se llama Homero, Tito Livio o escritor-cualquiera. 

El perro regresa cansado. Busca un lugar donde acomodarse y lo encuentra junto al lector quien no lo percibe. …y en segunda instancia a una serie de personajes sumergidos en acciones cotidianas que no presentan una relación más allá de la espacial. Incómodo, se levanta y recorre las mesas en busca de un nuevo lugar, más cálido.

Otra vez el perro. Ay qué bonito, déjalo. Pero cómo, si es insalubre comer con un animal a lado. No estamos comiendo, Claudia, sólo bebiendo café. Si comemos junto a Juan en el Velas. Hola, ¿quieren una paleta? No gracias, pídeme otro cappuccino, Laura. Disculpen jóvenes amantes, antes de que continúen enamorándose, ¿le permitiría a este pobre viejo ganarse unas monedas? ¿Y cómo? Soy un escritor callejero, les puedo recitar un poema en Náhuatl, o contarles una historia de mi vida que puede servirles de reflexión. (La sirena de una patrulla se escucha a lo lejos) Tú dices Helena, poema o reflexión. ¿No esperabas a alguien? Sí, a la Graciela pero creo no llegó. ¿Y esa quién es? Una amiga, me rentaba un cuarto y le debo dinero, allá ella por no llegar; la esperaré un poco más. Quemanian ahuel choquilitzatzi lexitlantzinco / Moztla teotlac zatlatzonco ica paquiliztl choca… Tratá de un músico que conoce a una menor de edad, se la presentó su padre, el padre de ella; la piba está un poco tocada, ya sabés, cosas de minas. ¡Mirá, mirá, va a cruzar la pierna, minifalda y ahí te quiero ver, papá. …Ye teotlac chuan ahuel choca / Tlehca ahuel choca inta necnomati / tepatiliztli achimochintin tlalticpac… Yo ya me voy, mi madre debe estar furiosa, me espera con la cena. Aguántate otro rato, en lo que llega mi amiga, no seas aguafiestas, si quieres me levanto y te presento a tu conquista, así me quedo con el papasote. …nemiliztli ahuel choca auh ¡xixo! / amo niauh choquilitzatzi. No gracias, me quedo contigo un rato más. (Aplausos en la mesa 4). ¿Cómo se llama el poema, señor? Choquilitzatzin, señorita. Qué bonito, aunque no entendí nada. Tome. ¡Tlazohcamati huel miec! ¡Uy, qué caritativo! Así pasa cuando sucede, me gusta ayudar a los necesitados. Si te vas a quedar otro rato pídete unas papas, me muero de hambre, yo invito. Mesero, unas papas a la francesa, por favor. 

El punto es: uno nace y,  quiéralo o no, ya tiene cola que le pisen, los atavismos fisiológicos, metafísicos, y dos mil años antes de Cristo. Pero dime, todos esos fantasmas que tú llamas historia son tan reales como anoche que soñé cualquier cosa,    ¿has pensando en los sueños? Según el psicoanálisis, los sueños se componen de contenido latente y contenido manifiesto, y todo lo que nos muestra es una construcción quimérica del individuo, lo mismo el pasado o esa silla. Coño, no te entiendo un carajo, explica’t. Apúrate, Alicia, ya se nos hizo bien tarde, mañana me levanto bien temprano, mi mamá quiere llevarme al centro. Sí, yo también me voy, necesito arreglar mis cosas para ver qué llevo a Playa. Tranquilas, ya me falta poco. El espectador puede mostrar interés en cualquiera de los personajes que se encuentran situados en la obra, pues, gracias a la espacialidad de la pintura, cualquier personaje puede ser el principal de acuerdo a los intereses del actante sin por ello perder las demás acciones que se llevan a cabo en el mismo espacio. Ya enserio, de qué se trata tu obra. Hasta ayer era una adaptación de un fragmento del Fausto de Goethe, llevo años estudiando a Goethe. ¿Hasta ayer? Sí, ¡Al diablo con Goethe! Para qué lo queremos a él si tenemos a Pablo, el muzo de Tlalpan, Don Juan de la web, símbolo de la virilidad del siglo XXI. ¡Uta! Si te vas a seguir burlando mejor me voy; en Internet leí que mi problema es muy común en la adolescencia. Pues por eso Pablito, eres el tema perfecto para mi drama moderno. ¡Hey! Me trae una limonada. Que sean dos, por favor. Ese pobre tipo, el del poema, se ve que es bien alcohólico. Sí, de seguro pide dinero sólo para irse a comprar su mezcalito. Y tú le diste tanto, nada más fomentas el vicio. Ya te dije, me gusta ayudar a los necesitados. 

¿A qué hora nos vemos mañana? ¿Mañana? Pero si ya nos vamos el lunes. Bueno, pero si no las veo las extraño, como dice la canción: “no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor” Yo si las veo hasta el jueves. Yo tambor, voy a ver qué onda con mi chico, o se calma o se acaba. Ya vámonos entonces. Decís que el padre estaba loco, la niña estaba loca y la mesera enana, el músico, ¿estaba loco? No lo sé che, puede ser; la niña tenía la facultad de inferir la personalidad de la gente a través de los colores del vitral; verde si amás el campo… Yo puedo inferir, sin necesidad de vitrales, que esa piba es de color rojo infierno, mirá nomás, cómo me inspiran al pecado esos labios. Digámoslo así, la vida es un sueño y todo lo que percibo por medio de los sentidos es el contenido manifiesto, el contenido latente es análogo a todo eso que la gente llama casualidades; por ejemplo: para ser víctima de un verdugo hace falta quererlo, aunque claro, la víctima jamás sospechará por un momento que su deseo de sufrir es el contenido latente del sueño/vida. ¿Estos fueron a sembrar las papas o qué rock? Míralos tan contentos, ya me robó a mi chica, me odio a mí mismo. Ya, tranquilo, no pasa de  una ida al hotel, mira cómo se toman esas limonadas, se les nota la urgencia. ¿Por qué a mí nunca me pasa eso? 

Tristemente las miró alejarse, las siguió un poco hasta que por un ademán, derrotado,  decidió regresar al café.

Mira la hora, ya me dejaron plantada. No te preocupes, es sábado ¿no? Yo estoy aquí, te invito una copa. ¿Aquí? No, conozco un lugar mejor, te va a encantar….

IV

Al desocuparse dos mesas, el café La Selva sufrió las siguientes modificaciones:

Sin mesa: un perro.

Mesa 1 : Pablo y Elena.

Mesa 2: un par de argentinos.

Mesa 3: un par de filósofos.

Mesa 4: Edith y un amigo.

Mesa 5: un trovador y su guitarra

Mesa 6: un hombre leyendo un libro.

Pásame la cátsup, por favor. Mira, ya se va mi cita. Te dije galán, te tardaste. ¿A dónde irán? Pues a dónde van todos los enamorados, de seguro, ¿no? Es una golfa, yo lo sabía. Cálmate, cálmate, si se fue con otro es tu culpa; no le hablaste, ella vino por ti. No vino por mí, vino por el dinero. No creo, eh, no se ve tan pobre. Así son todas las mujeres. No hay por qué generalizar, si tú me hubieras invitado no estaría aquí aunque fueras hijo de Carlitos Slim. Peló gallo; dejá le veo por última vez las piernas. Si tanto te gustá porque no te parás y la seguís. No che, va con otro hombre. Entoncés dejála ir y prestáme atención, el cuento se poné bueno. Pero mira esa que va pasando, también está chula, por el porte seguro se llama Cristina. 

Mira Edith, aquí solicitan mesera, ¿por qué no te metes a trabajar? No estoy de ánimo, todavía no me recupero de París. Y, ¿qué piensas hacer entonces? ¿Vivir del aire? Tengo audiciones la siguiente semana, dicen que el público mexicano es fácil de conquistar. Ay Edith, Edith, pon los pies en la tierra, ¿hasta cuándo piensas seguir con esos sueños?  Siempre tan fanático de Freud, si no fuera por el psicoanálisis no serías nada. Freud pasó de moda, pero no por eso dejas de tener el inconsciente, y tampoco se trata de inconsciente, es algo más profundo, un estilo de arquetipo. Me cago en la puta que ya hasta a Jung has metido a colación. De algo me tengo que servir; como tú cuando hablas de literatura y te es imposible, aunque no lo hayas notado, citar a tantos y tantos. Mejor sírvete de esta garrafa, pues aún queda mucho tinto. Qué boba, si fueras nuera de Carlos Slim no andarías de mesera. El dinero no me interesa, prefiero vivir al día. En Puebla, ¿cómo vivías? Como todos los chicos de tu edad, me mantenían mis padres con una semana mísera y dos o tres reproches cotidianos. A mí no me mantienen mis padres, jajaja, vendo San Bernardos por Internet. ¿San Bernardos? ¿apoco tienes un criadero? No, una amiga lo tiene y soy su mejor vendedor. Y si eres tan buen vendedor por qué no traes ni para una paleta de tres pesos. No me ha depositado mi último cliente, seguro ya me tranzó. Y, ¿cómo pensabas invitar a tu cita? No te pongas rojo, sólo pregunto. Si te digo la verdad, ¿prometes no reírte? La verdad no, ya me estoy riendo, pero de todas maneras dímela, así tengo más material para mi obra. Sin por ello perder las demás acciones que se llevan a cabo en el mismo espacio… Sólo las cito para verlas, las convenzo a base de engaños y me siento a observarlas de lejos. Lo sabía, mi muzo del siglo XXI, eres todo un voyerista. ¿Qué demonios es eso? ¿Y tú me lo preguntas?, voyerista eres tú. ¡Qué romántico! Ese hombre me recuerda el barrio de Montparnasse. 

¡Beethoven! ¿Beethoven? ¿Dónde?, ese perro ni San Bernardo es. Pero si Beethoven no es San Bernardino, es de Bonn. En la literatura no se puede saber qué pasa más allá de la acción narrada, pues el lector está condenado a conocer lo que la narración quiere mostrar en un momento determinado. Una noche la niña visita al músico en su habitación, donde lo invitaron a quedarse; aquí está la clave de todo, el balcón se poné celoso y se tirá.  ¿No sabes quién es Beethoven, verdad? Si no es el perro, entonces, ¿quién es? Un compositor de música clásica, él hizo la melodía de tu celular, esa pieza es del mismo autor. 

Al perro pareció gustarle la música y se echó a los pies del hombre y la guitarra. Bostezó y poco a poco se quedó dormido.

¿Crees en las casualidades? Por supuesto, todo es una casualidad; el mundo está hecho a base de coincidencias. Ya tienes el primer error: casualidad y coincidencia no es lo mismo; uno coincide a propósito si quiere, como los enamorados que con predeterminación coinciden bajo el reloj de alguna estación del metro. ¿Piensas que conocer personas, lo cual implica no conocer a otras, es una casualidad? Son factores de azar. ¿Cómo era tu vida en Montparnasse? Eso no valé la pena, ¿para qué nombrar el polvo y la ceniza? Entonces cuéntame algo de Montevideo. Un americano y un té, ¿cuántas de azúcar quieren? Déjanos tres, gracias. De Montevideo te he contado lo esencial. Sí, sí, el negro, Ledezma y el viaje en búsqueda de fama. Estas papas me abrieron el apetito, se me antoja una semita de mi pueblo. A mí se me antoja una pizza. Bájale manito, por eso estamos como estamos. Hace cinco horas no como, ya me debería ir. Cuando nos acabemos las papas nos vamos, yo también ya estoy cansada y mañana tengo el turno de la mañana, es pesadísimo, me hacen trabajar y no va nadie. ¿Por qué no trabajas en otro lugar? Porque no he buscado otro trabajo y ese me lo ofrecieron luego luego, además ya me voy, por eso no me quejo; pero si tú me ofreces trabajo, te lo acepto. Puedes vender gatos Persa por Internet, así tienes el día libre para leer y hacer tus cosas. Además, en la historia narrada el tiempo es un factor fundamental, porque los personajes de la acción se mueven a través de él, creando con esto, la sensación del tiempo.  De ahí su carácter temporal. Todo parecé muy fantasioso, el autor no se tomá las cosas enserio. De eso se tratá che, es literatura fantástica, y vayá que se tomá las cosas enserio. Pasáme un pucho. 

¿Fumás? Claro, ¿tú? Dejé los vicios en París pero de vez en vez me fumo un pitillo; es lástima, extraño tanto los Gauloise. Ten, prueba lo bueno: Delicados; cien por cien mexicanos. Venga. Así es, debido a ley de atracción y la voluntad omnisciente acercamos a nosotros reflejos hechos personas de nuestro mundo, aquella chica es la encarnación de tu patanería, ¿qué no? Lo probaremos, total. Así me saco de encima lo europea, pura mierda. Prestáme fuego. Y a todo esto, che, ¿a dónde querés llegar? A lo maravilloso en lo cotidiano, ¿no te parecé increíble?, los objetos vistos desde los objetos, el balcón celoso, los trastos condenados a la servidumbre, cosas del diario, che, ordinarias, ¡extraordinarias!   

Ese pesero, ¿te deja en tu casa? Izazaaaaga, Pino Suarez, súbale, súbale. Me acerca, me deja como a hora y media de mi casa. Ay jijo, pues entonces vives en el culo del mundo. No tú vives en el culo del mundo. Estas bien loco, vienes del culo del mundo para ver el culo de Helena. Se me antojó una cerveza che; ¿si vamos al bar de aquí a lado?, hay unas meseras muy macas. Para qué ir al bar, si en tu casa tenés cuatro botellas de Terrazas. Contáme de Andrea en lo que nos fumamos un pucho y ya nos piramos. Lanzáte por ellos que no tengo ni pucho ni plata. Andá, andá, siempre de abusivo.  Tranquilo hombre, yo pongo el vino. Siempre lo encontraba en el puente, era tan especial, nuestra búsqueda quedaba por sentada cada tarde, sin siquiera anunciarla. ¡Qué suerte! encontrar a una persona en México es imposible, así estén en la misma cuadra. No, no, tú no entendés, pasá lo mismo en Francia, pero eso lo hacía especial; las casualidades. Y entonces, tú para esa chica qué tipo de reflejo serás, eso es lo interesante de la teoría, porque se destruye en cada individuo para después volver a crearse en la soledad de los pensamientos. Es evidente que para esa chica yo soy una nimiedad, somos extras de nuestras propias películas, a menos que la voluntad omnisciente me obligue por un deseo, que no comprenderé, a acercarme a ella o viceversa; y entonces, quizá, lo entienda. Sí, pero cada individuo tiene su propia historia y sus propias visiones omniscientes, qué pasa cuando una persona que es un personaje principal para ti, para ella tú sólo eres un personaje terciario, pongamos de ejemplo a cualquier amor platónico de tele; el hecho de que tú existas no quiere decir que ella gira aunque sea un poco de su mundo en torno a ti, al menos dentro de su propia historia y no en tu imaginación. Si un pintor intentara hacer de la pintura un arte temporal, se vería obligado a contar una historia a través de diversas pinturas que hagan pasar a los personajes por el tiempo, creando con esto una historia gráfica.

En cuanto el perro escuchó una melodía distinta a aquella que lo acunaba en el sueño, despertó precipitadamente y se alejó del sonido. Aterido, fue a dar una vuelta por los alrededores del café para despejarse y buscar alguna migaja para llevarse a la boca.

Este hombre sólo sabe tocar las canciones comerciales de Beethoven, yo aún, en este tiempo, no sé qué tan cierta es la teoría aceptada sobre la composición  de la pieza Para Elisa; al menos el Claro de Luna no me introduce en problemas existenciales. Los únicos problemas existenciales que yo tengo son mi madre y la renta. Pues para la primera siempre tenés una solución, alejáte de ella, ya estás boludo; y de la segunda mejor ni hablamos porque yo estoy en la misma situación; entre el casero y Beethoven no me queda tiempo para dormir. Y eso che, es todo sobre Andrea. Yo ya los hacía en el altar. De minas ni hablar. ¿Tenés cuatro vinos? ¡Pues apretá el pomo que es carnaval! ¡La cuenta pibe! Muy sencillo,  mira, si me enamoro de Scarlett Johansson es porque me he creado una mujer que responde concretamente a mis ideales platónicos, quizá no te sientas capaz de ligar, verbigracia, con una Scarlett o un Penélope Cruz; y debido a esa incapacidad, bien conocida por tu inconsciente, la creas lejana y terminas casado con una Claudia Pérez o Susana Baltasar. ¡Tan tan!, se acabaron las papas, es hora de partir. ¿Para dónde vas? A mi casa, mensito, está aquí a lado, no pienses en acompañarme. No pienso acompañarte, además apúrate, ya va a salir el último Izazaga. Un placer haberte conocido chavito, gracias a ti ya tengo una nueva obra de teatro. Ja, ja, ja, me voy, ahí te dejo con la cuenta. ¡Oyeeee, no traigo ni un peso!.. 

Al no encontrar migajas en el piso, decidió ir a las mesas del restaurante La rayuela a continuar con su vida incansable de perro. Perro triste, cola triste, hambre fiera. 

F I N.

Si un escritor intentara hacer de la literatura un arte especial, es decir, narrar de manera simultánea las diversas acciones que ocurren en un lugar y tiempo específico;, para que el lector se convierta en observador de una escena pictórico-literaria…

Un viaje a Hipogea con Joe the barbarian

Pero en tu mundo… Tú me dijiste, ¿recuerdas?… Que la muerte rehúye de la comida azucarada y del agua endulzada.

Jack

Gracias a las nuevas ediciones Deleuxe editadas por Smash México, he podido dar con la novela gráfica Joe the barbarian. Publicada originalmente entre 2010 y 2011 por Vértigo, esta historia nos lleva a través de un viaje fantástico por el mundo de Hipogea, en donde el personaje principal, Joe, tendrá que encontrar la luz y beber un elixir mágico para regresar la estabilidad a esa tierra de ensueño y de paso no morir por un bajón de azúcar en otro mundo. A grandes rasgos, esa es la historia que plantea la narración de Grant Morrison (All Star Superman, New X Men, Batman) y el arte de Sean Murphy (Batman, Hellblazer, American Vampire). Sin embargo, la historia va más allá de eso.

La historia

Joe the barbarian nos cuenta un pasaje de la vida de Joe, un adolescente que gusta de dibujar cómics y que es incomprendido socialmente. Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, el personaje tiene una característica que fue detonante para mi decisión entre leer o no la historia: suele tener hipoglucemias. Para quienes no estén familiarizados, las hipoglucemias son producidas por una baja de azúcar en la sangre. Generalmente la sufren las personas con diabetes por un descontrol en la administración de insulina, por un gran esfuerzo físico, etc. ¿Joe tiene diabetes? No lo sé, pero sí suele tener hipoglucemias que lo hacen alucinar y lo obligan a tomar algo azucarado para regular sus niveles de azúcar.

Aquí empieza el meollo de la historia. Una tarde lluviosa, Joe está en su cuarto cuando de pronto tiene una hipoglucemia. La luz se va, llega la oscuridad y la historia nos muestra el arquetipo del «viaje» literario pero de una forma peculiar. En esta ocasión no hay un Ulises que viaje de Troya a Ítaca mientras enfrenta a cíclopes y huye de las sirenas; ni un Eneas buscando un nuevo lugar para refundar Troya. No, el viaje es tan simple como ir desde el cuarto a la cocina acompañado de una mascota para beber un refresco y posteriormente ir a otro cuarto para prender las luces. Y mientras hace el viaje a la cocina, también visita el fantástico mundo de Hipogea, en donde habitan personajes de su colección de juguetes, familiares y compañeros de escuela. A partir de aquí la historia tiene dos vertientes: una guerra contra un personaje llamado Muerte que busca apoderarse de la luz (bonita metáfora) y los conflictos del viaje a la cocina. ¿Cuál es el mundo real? Me gusta pensar que la realidad está en Hipogea.

¿Qué me gustó de esta historia?

1. El guiño a otros personajes de DC Cómics. Me pareció bastante peculiar encontrar a Batman y a Superman en Hipogea. Buen detalle.

Aquí una imagen de algunos personajes que pelearon en la batalle de Hipogea

2. El leitmotiv de la historia. La construcción arquetípica del viaje tomando como pretexto una enfermedad actual, me pareció un toque fresco. También debo destacar la buena forma de llevar la narración y la manera en cómo se introducen los dos mundos.

Joe en el inicio de la alucinación a causa de la hipoglucemia

3. El acompañante del héroe. El personaje que acompaña a Joe durante toda su travesía es Jack, una rata a lo Virgilio.

Joe y Jack consternados

4. La figura de la madre a través del mundo al revés. No voy a contar la historia sobre la magnánima reina Bree pero es un personaje que aunque se explota poco sí tiene una gran fuerza narrativa (fue la razón por la que me gustó el final de la historia).

Jack conoce a Bree en Hipogea

La sublimación de los personajes «reales» en el mundo fantástico. Al tratarse de un mundo imaginario creado por un adolescente, es lógico encontrar la realidad no como es, sino como debería ser. Hipogea nos muestra el escape de la realidad de Joe a los efectos de su enfermedad y a sus relaciones sociales en el mundo «real».

Joe peleando codo a codo con una de sus compañeras de aventuras y de escuela

¿Qué no me gustó de esta historia?

En realidad sólo no me gustó una cosa. He leído algunos artículos en donde se plantea que Joe the barbarian es un homenaje a la fantasía épica. Esto me deja un poco frito porque si bien sí es una historia en donde hay toques fantásticos, no le encuentro mucho de narrativa épica. Sí hay un mundo fantástico, razas como los enanos, algunos caballeros, una guerra, etc., pero creo que tienen un papel más metafórico con la vida «real» del personaje que una intención fantástica. Esto no da muchos líos, pero si alguna cosa mala debía de resaltar de la historia, es ésta.

En general, Joe the barbarian es una buena historia. Sin embargo, su narrativa me parece un tanto sencilla y a veces infantil. Creo que es la intención de los autores y por eso hay que darles crédito. Agradezco a Morrison y a Murphy por crear el mundo de Joe.

El nombre del viento: un intento de acercarse a la fantasía

Preludio

La literatura fantástica ha sido mi género literario favorito desde la adolescencia. Como lo comentaba en otra reseña, inicié en este mundo a muy temprana edad gracias al Señor de los anillos. Posteriormente, mi deseo de saber más acerca de este género me fue llevando a autores como R. A. Salvatore, a quien conocí de milagro en el viejo Tower Records de Pabellón Altavista, Ciudad de México, en donde vendían libros de Timun Mas. Posteriormente, conocí a Margaret Weis, Robert Jordan, Tad Williams, entre otros. Estos autores me fueron llevando de la mano hacia los dos mundos que le han dado a mi imaginación innumerables historias para soñar: Reinos Olvidados y Dragonlance. Más adelante, cuando creía que no podía haber algo mejor, encontré, otra vez por casualidad en una de mis excursiones al pasaje del libro del metro Pino Suárez, a Terry Goodkind con la saga más fascinante que haya tenido la oportunidad de leer: La espada de la verdad.

Actualmente mi vida de lector pasa así, leyendo novelas de todo tipo pero siempre buscando un tiempo para conocer algo nuevo de fantasía épica. Buscando en Internet algún autor desconocido para mí di con Patrick Rothfuss y su saga Crónica del asesino de reyes. He aquí mi opinión del primer tomo titulado El nombre del viento.

La ilusión de conocer algo nuevo

Al principio dudé un poco en comprometerme con una lectura ambiciosa sin saber nada del autor. Cuando te queda poco tiempo para leer algo de hobby, mas no para la lectura en general, tienes que escoger muy bien el libro. Las casi 800 páginas me hicieron dudar de si debía enfrascarme o no en este nuevo mundo, pero las buenas opiniones que encontré en Internet me animaron.

Debo aceptar que mi primera impresión fue bastante agradable. La novela inicia con un capítulo introductorio donde el narrador dota de personalidad al silencio. Este detalle me gustó, aunque su ejecución me haya recordado a Felisberto Hernández a quien considero el maestro de la construcción del objeto/personaje. Si bien no me pareció original, sí me gustó la narración. Posteriormente la introducción de Kvothe, el personaje central, un tabernero misterioso con un pasado epopéyico, me llenó de ilusión y de deseos. Llegué a la página 100 y todavía me sentía emocionado con la introducción de los demás personajes de la historia: su discípulo y Cronista. En el momento en que Kvothe empezó a contar su vida vino el declive.

¿Por qué no leer El nombre del viento?

Como siempre, mi intención no es contarles la historia pues para eso está el libro mismo o el Internet. En este apartado enlistaré las razones por las que no me sentí identificado con la novela:

1. Sus personajes

A pesar de ser una novela de casi 1000 páginas, El nombre del viento tiene personajes que no se quedan ni en lo más profundo de la imaginación. El personaje principal, Kvothe, es tan perfecto que hasta en la fantasía resulta irrisorio. Durante toda la novela se intenta reflejar la tragedia de su vida, pero nunca sentí que los pasajes fueran sinceros. Esto se lo atribuyo a la escasa experiencia narrativa del autor, pues en “idea” Kvothe podría ser un gran personaje. Demás está hablar de Cronista, un tipo que se dedica a describir la historia del mundo y que pasa tan desapercibido como las obras completas de Benavente. Y tenemos a Denna, la “chica” de la historia, tan misteriosa que bien podía haber sido devorada por un dragón herbívoro y las cosas hubieran seguido como si nada. 

Como comentaba al inicio, creo que la construcción de los personajes es muy buena, de verdad, sin embargo su ejecución deja mucho que desear.

Un dibujo de Kvothe que me gustó, creado por Marta Montell

2. El mundo

Novela de fantasía épica que se respeta tiene una basta cosmogonía con una tierra como eje central. No sé si a propósito o a despropósito el autor da muy poca información de la tierra donde se desarrolla la historia. En resumen, nunca supe dónde estaba situada La crónica del asesino de reyes, ni cuáles eran las características de reinos como CEALD, MODEG o VINTAS. No nos confundamos, no estoy queriendo decir que el autor no haya intentado mencionar algo de su estructura. Lo que quiero decir es que su estilo narrativo, por lo menos en esta novela, no da para crear grandes reinos.

Mapa de la tierra creada por Patrick Rothfuss

3. Dragones

Los dragones suelen ser una raza mitológica común en las novelas de fantasía épica. Los hay azules, rojos, verdes, hechos de puro esqueleto, sin patas y en la novela EL nombre del viento… herbívoros. ¿Qué más puedo decir?

Ver a un dragón herbívoro afectado por una “droga” que consumía de un árbol, y a un par de personajes sin experiencia en la guerra matándolo sin mucho esfuerzo, es una de las escenas más tristes que he visto en el mundo literario.

Un dragón… ¿vegetariano? Imagen de Dejan-Delic

4. La historia en sí

Como comentaba anteriormente, creo que la historia tiene potencial. En particular me gustó mucho la forma en cómo Rothfuss entiende y explica la magia y la idea que debe tener en la cabeza sobre los personajes y la trama en general. Esta historia, contada por un narrador más “experimentado” bien podría ser una joya de la literatura fantástica. No he leído el segundo tomo, ni lo leeré próximamente, pero ojalá haya mejorado con el transcurso de los libros, pues el potencial está, sólo falta una buena ejecución.

5. La portada

Hace casi diez años, cuando vi por primera vez este libro en las librerías, no me llamó la atención porque la portada se me hizo infantil, al estilo Harry Potter. En esta ocasión lo leí en Kindle e hice poco caso de la misma. Debí haber recordado esa antigua experiencia. Por cierto, no le encontré gran relación con la historia…

Comentario final

Si bien la novela tiene todas esas desventuras, debo aceptar que es una historia en ratos amena, con potencial y con amplia oportunidad de ser un gancho para que nuevos lectores se adentren en el mundo de la fantasía. Sin embargo, en mi caso, que estoy un poco curtido en estos menesteres, prefiero seguir pasando mis noches en Menzoberranzan, El Valle del Viento Helado o Krynn.

Ya veremos qué tal está la serie de televisión basada en esta obra que, a mi juicio, tiene grandes áreas de oportunidad.

Roberto Bolaño: una biografía y sus ¿mejores? obras

La parte de la biografía

Roberto Bolaño nació en Chile el día 28 de abril del año 1953 en un país convulso, lleno de transformaciones políticas y con poca tecnología. Hijo de la profesora de primaria Victoria Ávalos y de León Bolaño, mejor conocido como Míster Playa, camionero y boxeador de poca monta. Aunque nació en Santiago, pasó la mayor parte de su infancia en Valparaíso, hasta que a la edad de quince años tuvo que viajar a México para que su madre pudiera ser tratada de diversos problemas respiratorios recurrentes: “Un amigo, doctor, me dijo que si ella se reponía siempre en México, nos viniéramos a vivir aquí o de otro modo mis hijos se iban a quedar sin madre” (Maristain, 2012, p. 31). La llegada del futuro escritor a México se trató de un evento casual. Vivió en la colonia Nápoles y en la colonia Tepeyac. Asistió a escuelas públicas y pasó la mayor parte de su adolescencia caminando por las ajetreadas calles del centro de la Ciudad de México, la Alameda, Bucareli y lugares allegados. De los recuerdos de esas calles y de la gente que las habitaba, comenzó su carrera literaria. En México fundó el movimiento Infrarrealista junto con los poetas Bruno Montané, Felipe Muller y Mario Santiago. El infrarrealismo fue un movimiento poético que surgió en la década de los 70’s y que tomó sus bases en las corrientes vanguardistas europeas (principalmente de la dadaísta). Intentó crear un tipo de literatura contractual, opuesta, en su mayoría, a la literatura canónica mexicana impuesta por Octavio Paz y sus seguidores más fieles. Naturalmente, el movimiento fracasó y el Infrarrealismo quedó en una revista y un grato recuerdo: 

Mario Santiago y yo fundamos el Infrarrealismo. Éramos por entonces bastante irresponsables y nuestra línea teórica bastante incoherente. Básicamente, lo que molestaba mucho al estatus de la literatura mexicana de la época era que no estábamos con ninguna mafia, ningún grupo de poder. En la literatura mexicana siempre ha habido parcelas con señores de la guerra y sus samuráis (Bolaño en Maristain, 2012, p. 74).

Más adelante regresó a Chile en 1974, durante la época de la dictadura militar. Allí luchó por los ideales revolucionarios y también fue encarcelado. Salió de la cárcel de milagro, pues uno de los soldados que lo tenían prisionero lo reconoció como su amigo de la infancia:

Nací en 1953, el año en que murió Stalin y Dylan Thomas. En 1973 estuve ocho días detenido por los militares golpistas de mi país y en el gimnasio en donde tenían a los presos políticos encontré una revista inglesa con un reportaje fotográfico con la casa de Dylan Thomas en Gales (Bolaño, 2008, p. 19).

Después de este percance regresó a México. Sin embargo, la verdadera suerte del autor chileno no comenzó hasta que llegó a vivir a España en 1977. Vivió en Barcelona, Gerona y en Blanes. En España trabajó casi de cualquier cosa: vigilante de campamentos, vendedor en una tienda de bisutería, escritor ocasional. También conoció el amor y engendró dos hijos (Lautaro y Alexandra) con Carolina López. Al momento de conocer a Carolina López escogió como residencia el pueblo catalán de Blanes, donde viviría hasta su muerte.

Como hombre de literatura ganó el premio Herralde de novela en 1998 y el premio Rómulo Gallegos en 1999 con su novela Los detectives salvajes (1998); la cual representaría su escalón al mundo literario. Tuvo una columna semanal en el periódico de Blanes y escribió diversos libros de cuento, poesía y novela. El grueso de su fama no llegó sino hasta su muerte en el año de 2003. 

A Bolaño se le puede encasillar en la corriente de los escritores latinoamericanos postmodernos, a los nacidos después de la segunda mitad del siglo XX. Sus historias, aunque independientes, forman una cosmogonía al tener elementos que las van relacionando entre sí. También forma parte de los escritores exiliados de su propio país, primero por necesidad, después por ideologías políticas. En términos de Santajuliana y Chávez, su literatura sería de metro y medio “Así, por sus lógicas de sobrevivencia, los escritores se dividen en equilibristas de metro y medio, equilibristas de altura y los dueños del circo” (Chávez y Santajuliana, 2000, p. 107). Aunque ganador de un premio Herralde nunca llegaría a ser el dueño del circo literario. Entre sus contemporáneos encontramos al mismo Mario Santiago, Rodrigo Fresán y Antoni García Porta.

En resumen, la personalidad de este escritor siempre fue de una izquierda muy particular. Todo el tiempo se mantuvo fuera de la política y del status quo literario tanto de México como de Chile y de España. Fue un escritor que atacó desde la periferia el status cultural. Vivió como bárbaro y escribió como bárbaro. Muestra de ello lo reflejan sus obras y su vida convulsa. Para contar su historia, no hay nadie mejor que él mismo:

En mi vida he vivido en tres países: Chile, México y España. He ejercido casi todos los oficios del mundo, salvo los tres o cuatro que alguien con cierto decoro se negará siempre a ejercer. Mi mujer se llama Carolina López y mi hijo Lautaro Bolaño. Ambos son catalanes. En Cataluña, también, aprendí el difícil arte de la tolerancia. Soy mucho más feliz leyendo que escribiendo (Bolaño, 2008, p. 20).

La parte de las mejores obras

Mi cariño hacia Bolaño va más allá de la literatura. Lo conocí en una época convulsa, cuando se es joven y se piensa que el límite no tiene imaginación. Naturalmente, mi primera historia del universo bolañiano fue los Detectives Salvajes, que en su momento me encantó porque yo también visitaba lugares asiduos en la obra (la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el café La Habana, y algunas colonias recurrentes dentro de la Ciudad de México). Sin embargo, aunque esta novela sí está dentro de mi top 5, no es de mis 3 favoritas. Aquí se las comparto:

3. Entre paréntesis (2004)

¿Cómo reconocer una obra de arte?, ¿cómo separarla, aunque sólo sea un momento, de su aparato crítico, de sus exégetas, de sus incasables plagiarios, de sus ninguneadores, de su final destino de soledad? Es fácil. Hay que traducirla.

Este libro póstumo no es una novela sino una recopilación de artículos, ensayos literarios y otros textos que el autor fue publicando, o simplemente escribiendo, a lo largo de su vida. Lo pongo en mi top 3 porque permite conocer al escritor más allá de su ficción. Gran parte de su forma de ver el mundo está plasmada en estos textos.

2. Estrella distante (1996)

Lentamente, por entre las nubes, apareció el avión. Al principio era una mancha no superior al tamaño de un mosquito. Calculé que venía de una base aérea de las cercanías, que tras un periplo aéreo por la costa volvía a su base. Poco a poco, pero sin dificultad, como si planeara en el aire, se fue acercando a la ciudad, confundido entre las nubes cilíndricas, que flotaban a gran altura, y las nubes con forma de aguja que eran arrastradas por el viento casi a ras de los techos.

A Estrella distante le tengo cariño porque fue su primera novela publicada en Anagrama. El narrador es Arturo Belano, aunque el personaje principal es el poeta Alberto Ruiz-Tagle. Me gusta porque es sincera y porque refleja la forma en cómo Bolaño concebía la figura de un poeta: disidente, disruptivo y convulso.

1. 2666 (2004)

La realidad es como un padrote drogado. ¿No lo cree usted así?

Como ya lo han dicho otras personas, es quizá la novela total por excelencia. Narra la búsqueda de ese poeta inalcanzable (física e intelectualmente) llamado Benno Von Archimboldi. Es un paseo por la cultura e identidad latinoamericana y una oda al «Poeta». Bolaño murió antes de terminarla, por lo que no tiene un final (a pesar de sus más de 1000 páginas). Este hecho hace que nunca sepamos a ciencia cierta quién fue Archimboldi… Y eso, a mi juicio, la hace aún mejor.

Top 5: mis novelas históricas favoritas

Como comentaba en otra publicación, una novela histórica no narra los acontecimientos como sucedieron sino como debieron haber sucedido. Este top 5 muestra las novelas que considero, sino las mejores, sí mis consentidas. Un top tan pequeño entre un mundo de posibilidades no va más allá de ser una mera opinión personal, pero puede servir como acercamiento a este género literario. 

Como nota, en este post llamo novela histórica a toda aquella narración que intente describir o reformular algo del pasado (y puede no estar apegada a la estricta definición del género).

5. Ivanhoe de Walter Scott

“Los grandes hombres rara vez recuerdan los pequeños servicios”

Me parece difícil pensar en un top de novela histórica sin mencionar a uno de sus fundadores. Además de ser conocido por su personaje Robin Hood, Walter Scott escribió una de las novelas históricas más entretenidas: Ivanhoe. Leí esta historia en la preparatoria, casi a fuerza en su momento, y desde entonces no he dejado de sentir un cariño especial por ella.

Ivanhoe se ambienta en la Inglaterra medieval del siglo XII, en la época de los conflictos entre Sajones y Normandos. Sir Wilfredo de Ivanhoe es un caballero noble caído en desgracia que va a las cruzadas y se hace amigo del legendario Caballero Negro (el rey Ricardo Corazón de León). En esta historia podrás encontrar cruzados, templarios y una de las épocas más interesantes de la Inglaterra medieval.

4. 22/11/63 Stephen King

“Tú puedes cambiar la historia, Jake. ¿Lo entiendes? John Kennedy puede salvarse”

Posiblemente esta novela del afamado escritor Stephen King no sea del todo “histórica”. Sin embargo, su premisa principal se centra en imaginar qué hubiera pasado si Kennedy no hubiera sido asesinado… La historia de Estados Unidos y del mundo hoy sería completamente diferente. A partir de esta posibilidad, King recrea una novela que mezcla los viajes en el tiempo, la historia de Estados Unidos en el siglo XX y una ficción maravillosa con una gran historia de amor.

Leí esta novela durante el mes de junio de 2019. A pesar de ser muy reciente en mi imaginario cultural, ya tiene un espacio bien arriba en mi vitrina simbólica de favoritos.

3. El nombre de la rosa Umberto Eco

“Aún no se ha escrito ningún libro donde el asesino sea el lector”

Soy más fanático del Eco académico que del literario. Novelas como Baudolino y El péndulo de Foucault me parecen interesantes pero a secas. Sin embargo, El nombre de la rosa resalta entre todas. Se ambienta en la región que ahora es Italia pero en el siglo XIV. Es una historia donde un fraile y su discípulo intentan resolver una serie de crímenes en una abadía y donde el asesino termina por ser de lo más inesperado. De Doyle a Borges, esta novela es un auténtico canto al intelecto, a las novelas policiacas y a la historia de una parte de Europa.

Leí El nombre de la rosa en la universidad, aunque vi primero la película. Era una época donde mi yo semiótico quería empaparse de aquel hombre del Tratado de semiótica general.

2. La catedral del mar Ildefonso Falcones

“Los esclavos, más que nadie, conocemos el arte de la hipocresía”

Falcones cambió su oficio de abogado para convertirse en escritor y el resultado fue una de mis novelas favoritas del “mundillo” histórico. La catedral del mar es una oda a la novela histórica por la construcción de sus personajes y las bellas imágenes que crea en nuestra mente. La historia se ambienta en la Barcelona del siglo XIV en torno la construcción de la iglesia de Santa María del Mar, un recinto religioso que fue construido por y para el pueblo. Quizá basado en el escritor del número de uno de este top, Falcones crea personajes entrañables, una historia muy bien contada a partir de bellas descripciones y de situaciones que juegan con nuestros sentimientos.

Leí La catedral del mar en el 2008, en un periodo de mi vida donde podía pasar 10 horas leyendo una novela sin salir de la cama. 

1. Los pilares de la tierra Ken Follett

“Y cuantas más sencillas son las cosas, menos errores se cometen”

Con esta novela posiblemente termine abucheado por el buen público conocedor. ¿El escritor comercial Ken Follett como número 1 en un top? La respuesta es sí. He leído la gran historia (en extensión y calidad) de Follett un par de veces en diferentes épocas de mi vida y puedo estar seguro de que es la mejor novela histórica que he leído. Como La catedral del mar (o al revés) tiene personajes entrañables, una historia que nos hace reír, llorar y preocuparnos por sus personajes una y otra vez. Los pilares de la tierra se ambienta en la Inglaterra del siglo XII en el pueblo ficticio de Kingsbridge. Su historia gira en torno a la construcción de una catedral, que más que un edificio es el personaje central de la historia. Por ella pasan personajes entrañables los cuales nacen, crecen y se mueren; con los que sufres, te alegras y, lo más importante, los haces parte de tu vida.

Leí Los pilares de la tierra por primera vez en el 2006 o 2007, en esa época del tiempo para leer historias en la cama. Después lo releí en el 2015, con menos tiempo pero más conciencia.

¿Te gusta alguna de estas historias o tienes una novela histórica que incluirías en un top? No dudes en ponerla en los comentarios.